El retrato de Dorian Gray (cuyo título original es “The Picture of Dorian Gray”), quien escribe esta alucinante obra es Oscar Wilde, dramaturgo, poeta y escritor más destacado del Londres victoriano tardío. Nace un 16 de octubre de 1864 en Dublín, Irlanda y fallece un 30 de noviembre de 1900, en París, Francia.

Esta pieza fue publicada en 1891, tras demorarse sólo seis meses su autor, en desarrollarla.

La presente obra se encuentra situada en Inglaterra, a fines del siglo XIX, la historia gira en torno a tres personajes principales Lord Henry, de situación económica acomodada y amigo de Basil Hallward, un pintor de personalidad retraída y modesta, quien se encuentra enceguecido ante la belleza que puede captar en Dorian Gray, un joven arrogante, de extraordinaria hermosura y encanto, quien es además la fuente de inspiración del pintor.

Un retrato es la clave en esta obra, el que desencadenará una serie de oscuros acontecimientos que se van develando al transcurrir las páginas.

La novela se encuentra escrito en prosa y cuenta con la presencia de un narrador omnisciente, quien va relatando los hechos.

“El retrato de Dorian Gray” de un esteticismo puro y refinada delicadeza, matiza el arte con la realidad, invirtiendo los roles de la inmortalidad con lo finito de la realidad. Pone además de manifiesto lo que el artista capta al momento de pintar, lo esencial de aquello que observa, de ahí que la pintura refleja el envejecimiento y envenenamiento del alma de Dorian.

Subliminalmente Wilde transmite el mensaje de él como artista reflejándose en cada uno de los personajes principales, la elegancia u aristocracia de Lord Henry, la personalidad del artista en su amor por la belleza y finalmente Dorian, materializado como la belleza pura.

“El artista puede expresarlo todo. El pensamiento y el lenguaje son para el artista instrumentos del arte.”

Esta cita extraída del prefacio de la obra, deja de manifiesto la cosmovisión de mundo de Oscar Wilde, quien menciona la multiplicidad de formas de expresar el “arte” y claro está, que el lenguaje escrito es su instrumento, con el cual, personalmente me ha fascinado.

María Francisca Velasco